EL RUMBO A LA CRISIS ALIMENTARIA GLOBAL
OMAR RODRIGO GARCÍA ARIAS
La
cuestión de una crisis alimentaria es un asunto de creciente preocupación, muy
a pesar que se puede decir en estos momentos históricos la producción de
alimentos es la mayor en toda época. Entonces ¿qué está sucediendo, que crecen
las regiones con hambre? En primeras instancias Malthus tendría que ver en esta
explicación al ver las cuestiones del crecimiento poblacional y los límites
naturales de alimento, pero nos es la idea de esta opinión apegarse a una
explicación única. En general, el futuro de una fuerte crisis alimentaria
global por venir tiene que ver con como seguimos relacionando económicamente
los derechos, necesidades y el negocio del alimento en el mundo.
Para
abordar la crisis alimentaria global y el contexto de México, hay rubros que
deben atenderse en una interdependencia alimentaria mundial:
A)
El neoliberalismo y abandono del campo.
B)
El aumento en el ingreso y la demanda
asiática en alimentos.
C)
Mayor demanda mundial en
biocombustibles.
D)
La desertificación y el cambio
climático.
Esto
no significa que sean las razones únicas o exactas de un problema de naturaleza
productiva. En México a mediados de junio se comenzó a sufrir las consecuencias
de una “gripe aviar” que afectó a las granjas de Jalisco productoras de pollo y
huevo, México era un país autosuficiente el cuanto a este producto, aunque son
contadas las grandes empresas; se sabe que Bachoco duplicó ganancias pues el
huevo por kilo paso de 16 a 55 pesos en algunos lugares y las ganancias netas
de Bachoco se ubican en casi 317 millones de pesos de abril a junio del 2012[1], la especulación de
acaparadores no han permitido la recuperación del precio. Lo crítico en este caso es que gobierno mexicano
respondió tardíamente y de manera
cuestionable, en vez de apoyar al posicionamiento y mejora productiva de más
empresas del mercado nacional, procurando una distribución geográfica amplia de
las productoras de huevo, la política del gobierno fue abrir indefinidamente el
mercado a la libre importación del huevo para que la oferta creciera frente a
la demanda, así que EE.UU., y Brasil podrían beneficiarse en México uno de los
países de mayor producción y consumo de huevo en el mundo.
El neoliberalismo y abandono del campo
Las ideas que postulan nuestra integración a la economía
global, sin considerar las desventajas de la producción agrícola nacional para
competir sin los apoyos, subsidios y medidas de política económica de carácter
compensatorio, como los que están establecidos en la mayor parte de los países
desarrollados, han demostrado su rotundo fracaso. Su afán de arrasar con
cualquier obstáculo al “libre” funcionamiento del mercado, se tradujo en un
verdadero olvido del campo en las políticas gubernamentales. Prevaleció,
erróneamente, el principio de que la producción que no lograra ser competitiva
globalmente merecía desaparecer [una especie clásica de darwinismo económico].
Así se produjo el proceso de destrucción de nuestra agricultura y de progresiva
desintegración de nuestras comunidades rurales. [2]
En México desde el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN 1994), 2 millones 300 mil campesinos han emigrado a suelo
estadounidense, mientras que, otros cinco millones ha optado por dedicarse a
otras actividades mejor remuneradas.[3]
El campo en México ha recibido,
desde 1995, menor apoyo por parte del gobierno, en relación a Estados Unidos y
Canadá, socios comerciales. “En promedio, el monto total fue equivalente al 18
por ciento del valor nacional de la producción agropecuaria, en tanto que el
otorgado por la Unión Europea fue del 35.1 por ciento; Estados Unidos el 32.4
por ciento y Japón el 62.8 por ciento”[4]
El
más reciente informe sobre desarrollo presentado por el Banco Mundial (BM) pone
de manifiesto las graves circunstancias de abandono en las que se encuentran
los sectores rurales en México y América Latina. El texto destaca que la
agricultura representa una importante fuente de empleo en la región, con 30 por
ciento de la población dedicada a esa actividad, “pero sólo genera 7 por ciento
del producto interno bruto y apenas 2 por ciento de las inversiones públicas”.[5]
Por
lo que toca a nuestro país, el documento advierte sobre los efectos devastadores
de las políticas en materia agrícola que, a tono con la lógica neoliberal, han
sido puestas en práctica por las recientes administraciones, como el retiro de
los apoyos oficiales y la apertura de las fronteras a la importación de
alimentos: en las últimas dos décadas, la población campesina de México se ha
reducido, aproximadamente, en 25 por ciento y ha decrecido de manera
significativa el poder adquisitivo de las otras tres cuartas partes.[6]
A
partir de la década de de 1970, la tendencia productiva de las economías en
desarrollo se ha orientado hacia el sector servicios. De tal forma que el
porcentaje de la población que trabaja en el sector primario, así como la
proporción del producto que se obtiene de esta actividad ha decrecido. En
México este cambio de tendencia también se ha observado. Mientras que en 1960
el PIB agropecuario representaba 15.6% y el agrícola 8.5%, para el año 2006 su
participación se redujo hasta 5.0% y 3.5%, respectivamente, lo que permite
inferir la baja productividad que aqueja al campo. No obstante, la producción
de alimentos en México se ha hecho más improductiva, por lo que varios cultivos
han perdido terreno en los mercados internacionales, haciendo dependiente a
nuestro país de las importaciones de alimentos y de los precios externos que
las producciones de otros países determinan.[7]
El aumento en el ingreso y demanda
asiática en alimentos
El
aumento del ingreso en China e India -países que aportan poco más de la tercera
parte de la población mundial-, lo cual deriva en un persistente empuje a la
demanda no solo de granos sino de alimentos ricos en proteína de origen animal
como carne de cerdo, leche, pollo y huevo.
El
desarrollo de las economías asiáticas ha generado que una mayor proporción del
ingreso mundial se concentre en Asia, donde actualmente se concentra poco más
del 30%, sólo detrás de Norte América y por encima de Europa. China e India,
cuyos habitantes representan el 37% de la población mundial, han liderado el
incremento del ingreso en su región, al
mantener tasas de crecimiento promedio de 10% en los últimos años. En el caso
de los alimentos de mayor valor como la carne y los lácteos, la demanda de los
países emergentes responde de manera más inmediata que en los países desarrollados. Por lo que
se espera que el continente asiático continúe impulsando la demanda por carne
en el corto plazo.[8]
Mayor demanda mundial de
biocombustibles
Una
de las razones por la que la producción de biocombustibles ha sido criticada es
por el efecto expulsión que genera sobre la demanda de alimentos básicos. Al
competir por los mismos insumos se ha generado una presión sobre la oferta de
granos, que se suma a la de un mayor
volumen de personas que pueden adquirir mejores alimentos. Hasta ahora, los
biocombustibles de primera generación se producen con maíz, trigo, soya y
oleaginosas, pero se busca que con el cambio tecnológico, los biocombustibles
de segunda generación utilicen como
insumos madera, tallos de plantas
y hojas.[9]
Aunque
actualmente los biocombustibles constituyen sólo el 1% del consumo total de gasolina y
diesel a nivel mundial, los incrementos de producción han sido importantes y
muchos países han instrumentado programas obligatorios de uso de
biocombustibles que redundarán en un mayor consumo y el desarrollo de un
mercado creciente. En este sentido, los principales productores son Brasil, a
partir de caña de azúcar, Estados Unidos, a partir de maíz y la Unión Europea a
partir de semillas oleaginosas como la soya.[10]
En 2009, por ejemplo, se destinaron 120 mil toneladas de maíz
a las destilerías de etanol, producción que hubiera permitido alimentar a 350
millones de personas, y según los reportes del Banco Mundial y de la FAO, los
precios de los productos agrícolas se incrementaron en 15% de octubre de 2010 a
enero de 2011.[11]
La
producción de estos dos cultivos se ha visto afectada por choques de oferta
presentados en países productores importantes como Estados Unidos y Argentina.
En el caso del maíz, Estados Unidos produce el 40% de la producción mundial de
este grano En Iowa se cosecha el 15% de
la producción total de maíz de Estados Unidos ya que de las 36 mil 605
hectáreas dedicadas a la producción de maíz, Iowa cuenta con 5 mil 900
hectáreas, por lo que es el estado con la mayor superficie destinada a tal
cosecha. A mediados de junio de este año se presentaron en Estados Unidos las
peores inundaciones de los últimos 15 años, provocando que en estados agrícolas
importantes como Iowa se perdieran el 10% y 20% de las cosechas de maíz y soya,
respectivamente. Consecuentemente, la disminución de la oferta se sumó a todos
los factores de presión ya existentes que impulsaron el incremento de más de
30% en el precio del maíz. [12]
La desertificación y el cambio
climático.
“La desertificación es la degradación de las tierras áridas,
semiáridas y zonas subhúmedas secas. Causado principalmente por variaciones
climáticas Y actividades humanas tales como el cultivo y el pastoreo excesivo,
la deforestación y la falta de riego. La desertificación no se refiere a la
expansión de los desiertos existentes. Sucede porque los ecosistemas de las
tierras áridas, que cubren una tercera parte del total de la tierra, es
extremadamente vulnerable a la sobreexplotación y a un uso inapropiado de la
tierra.”[13]
El doctor Mahmoud Solh, director general del Centro de
Investigación para la Agricultura en Zonas Secas (ICARDA), dijo que
“actualmente mil 700 millones de personas viven en esas áreas afectadas y que
el 41 por ciento de la superficie del planeta es altamente vulnerable a la desertificación y
tierras áridas”[14].
Sin duda el cambio climático es muy importante como factor de
producción agropecuaria y podría generar procesos inflacionarios, pero las
consecuencias económicas no son tan devastadoras como lo que realmente
significa que estemos constantemente deteriorando el medio ambiente, pues la
salud, la disponibilidad de recursos, la escasez y calidad agua en los mantos
friáticos, etc. pueden determinar una insolvencia alimentaria en todo el mundo,
aunque África y América Latina están en mayores riesgos por las políticas
económicas que han hecho irresponsables a las empresas y a sus Estados del
cuidado del medio ambiente y del alimento como derecho.
MTRO. OMAR RODRIGO GARCÍA ARIAS.
CEMASIN, Ciudad de México,
Octubre 2012.