MTRO. OMAR RODRIGO GARCÍA ARIAS
Desde que los mercantilistas ingleses de mediados del siglo XIX creían que la fuente de la riqueza de las naciones radicaba en la producción para la exportación, se expandió la idea de incrementar el flujo en el comercio mundial. Sin duda los ingleses sabían que a medida que sus empresas destinaran al comercio exterior su producción de bienes de consumo se estaría ingresando a las arcas públicas y privadas oro.
David Ricardo, un clásico del pensamiento económico, distinguía que en el comercio entre países debía haber una especialización nacional en la producción de determinados productos, esto según las capacidades y ahorros, es decir si a determinado país le resultaba más económico, con mayor y mejor calidad, y en menor tiempo producir algo lo mejor en el comercio mundial era que sólo esa nación comercializara ese bien. Nada más engañoso y que se implantaría con el paso del tiempo como un dogma del capitalismo; la división internacional del trabajo.
Las naciones que tuvieron a desarrollar o transcurrieron una revolución industrial fueron capaces de sobrepasar los retos de la geografía, del esfuerzo de la bestia y de las distancias entre los mercados; la maquinaria y demás tecnología obligó a encontrar nuevos mercados para la producción en serie, dado que eso solucionaba la reducción de ganancias resultado de una sobre oferta a la escasa demanda nacional; las maquilas y fábricas florecientes en esta revolución industrial en Inglaterra se sincronizaron con los nuevos medios de transporte más rápidos y con mayor carga como: los barcos a vapor y los trenes. Con toda esa infraestructura y frugalidad de la industria resulto con hacer sencilla la venta de productos con alto valor agregado al resto de las naciones. Así los países desarrollados crecen al ejercer el comercio exterior.
Las nuevas naciones, resultado de la descolonización (según en su momento de América latina, Asia o África) se encontraron con una falta de capital e industria. Por ello, solicitar créditos en el mercado internacional les proporciono el capital, sin embargo cuando en los mejores casos se compró maquinaria esta ya no era tan competitiva, así que sólo sirvió para el mercado interno y no para buscar una exportación de productos con valor agregado. Obviamente los intereses de los créditos eternizaron la fuga de dinero hacia las naciones desarrolladas.
Cabe recordar aquellas políticas de apertura comercial, por vías poco liberales y éticas, del siglo XIX de las que se valieron las grandes potencias; las Guerras del Opio y las consecuentes firmas de acuerdos desiguales para la apertura comercial de los puertos en China beneficiando a las empresas y navíos británicos, lo propio fue realizado por Estados Unidos en Asia Pacífico con su llamada “Política de las Puertas Abiertas” frente a Japón y China.
Al término de la primera Guerra Mundial Wilson propuso la libertad de los mares y del libre comercio, que no eran condiciones que consagraran la paz, sino la oportunidad de fincar el peso del capitalismo y comercio internacional encabezado por Estados Unidos e Inglaterra. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, las condiciones económicas fueron tan difíciles que Estados Unidos tomo en cuenta cómo en el periodo entre guerras la falta de financiamiento a la adquisición de productos estadounidense los llevo a una crisis especulativa por sobreproducción. Era claro que las naciones deudoras tenían que utilizar los créditos para desarrollar un mercado interno con cadenas productivas y asociarse regionalmente, llegando a un punto en que son competencia en la economía internacional. Alemania logró recomponer su economía y ser una potencia exportadora porque se enfocó a reactivar industrias clave como la farmacéutica, automotriz, la innovación tecnológica, etc. que en un sentido más preciso no permitió que el Plan Marshall resultara en la instauración de estructuras de dependencia a favor de Washington.
Previniendo que las naciones europeas que también tuvieron una etapa de industrialización algún día volvieran a competir en el comercio internacional Estados Unidos articula un sistema financiero y comercial mundial desde el seno de Naciones Unidas, estas instituciones surgidas en Bretton Woods fortalecieron la economía, inversiones y comercio de Estados Unidos al poner como moneda clave de créditos, cotizaciones y comercio al dólar. Sencillamente el comercio internacional estaba estructurado para beneficiar a los países socios y desarrollados que ya practicaban un ventajoso comercio internacional.
En el comercio internacional no compiten empresas contra empresas, las naciones pobres o en vías de desarrollo no han comprendido que las grandes empresas transnacionales no son un conglomerado de acciones; son producto de una visión en la que los países desarrollados apoyan con política, recursos, infraestructura, administración y diplomacia a sus corporaciones en el comercio internacional. Finalmente en esta fórmula Empresa-Gobierno-País frente a microempresa de país subdesarrollado el resultado es que no hay un desarrollo simétrico en el comercio internacional.